En el año 2007, bajo la gestión del Partido Socialista, se creó mediante una Instrucción Reservada la llamada «Unidad central de recepción, control, análisis y transmisión de la información«, un grupo coordinador de este ámbito del espionaje penitenciario cuyos miembros, dotados en el escalafón de determinadas compensaciones por su carácter de «espías», son los encargados de anotar todo lo que según ellos puede afectar a la seguridad nacional.
Su formación consiste, en el mejor de los casos, en un curso acelerado de unas pocas horas que en la práctica ha creado un grupo privilegiado de funcionarios de prisiones. Según el ex espía David Vidal, estos cargos son nombramientos que, al igual que los directores de prisiones, se otorgan «por confianza». Los abusos derivados de esta posición en el trato a los reclusos y lo inservible de la información generada es una queja recurrente de los servicios de inteligencia.
Este cuerpo de funcionarios (los GSC), que no tiene expresa regulación legal, es el encargado de proveer información al Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista. Según cuenta Vidal en su libro Diario de un Espía (Cúpula Enigmas, 2013) «Instituciones Penitenciarias produce, semanal o mensualmente, unos ingentes tomos de chismorreos —perdón, información—, que cuando llegan a los servicios de inteligencia reciben el destino merecido: la trituradora de papeles para ahorrar espacio«.
Los llamados «pata negra» (funcionarios de prisiones privilegiados) ejecutan toda la tarea de recolección de datos que consideren relevantes, encargándose de manera principal de los reclusos considerados peligrosos, generalmente incluidos en el llamado Fichero de Internos de Especial Seguimiento, que si bien es un régimen penitenciario que fue anulado por el Tribunal Supremo a instancias de la ONG Madres contra la Droga, sus efectos siguen plenamente vigentes, hasta el punto que Instituciones Penitenciarias sigue recurriendo al mismo en recientes instrucciones de servicio.
Vidal hace mención a esta realidad en relación a un incidente del que él mismo fue protagonista, en una de las múltiples peleas que los funcionarios de prisiones mantienen con otros cuerpos, donde aquellos siempre son recelosos a que se metan en su terreno. Según cuenta, el CNI tenía intención de proteger a un colaborador marroquí que fue apresado por la Guardia Civil en el marco de una operación contra las barcazas que transportaban emigrantes africanos a suelo español por el estrecho de Gibraltar; Vidal da a entender que la condición de colaborador del espionaje español del recluso no supo nada bien a los GSC, que parecían especialmente dedicados a que las intenciones de Vidal de protegerlo no se cumplieran en absoluto, lo que facilitó la deportación del confidente.
«El que un grupo de enchufados se beneficie del engendro creado hasta la fecha no debería, después de todo, quitarle el sueño a nadie. Y encima, que los servicios policiales o el CNI tengan medio vetado el acceso a las cárceles en muchos de los centros es un completo absurdo«, lamenta Vidal. Si esto ocurre con quien tiene detrás a un padrino como el espionaje español, no cuesta mucho imaginar, con estos mimbres, lo que le ocurre a quien no lo tiene.
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